martes, 29 de septiembre de 2009

Política cultural (a la) mexicana; Recintos financiables y rentables.


Por: Carmen García Bermejo

En el Centro Nacional de las Artes, Consuelo Sáizar, titular del Conaculta, nombró como director a Roberto Vázquez Díaz, quien en los últimos seis años fungió como director de Cultura de San Luis Potosí. Pero, lejos de fortalecer y revitalizar la infraestructura cultural con la que ya contaba esa entidad, se dedicó a destinar millonarias cantidades para construir recintos que, ahora, enfrentan el dilema de desarrollar sus funciones por el escaso o nulo presupuesto asignado. La política de este funcionario es hacer rentables las actividades artísticas y autofinanciables los espacios culturales.

Aunque en el DF fue presentado como promotor cultural, Vázquez Díaz dejó su sello empresarial en San Luis Potosí. Ahora enfrenta varias demandas laborales por despidos injustificados y recibió una denuncia por peculado y abuso de autoridad hecha por un conocido fotógrafo. También cosecha el rechazo de la comunidad artística e intelectual por construir espacios culturales sin acervos y sin planta docente – como el Centro de las Artes de San Luis – a costa del abandono de los museos y teatros existentes.

La “fama” de este funcionario se deriva de sus prácticas como servidor público, pues nombró a su hermano Gilbeto Vázquez director del Instituto Potosino de Bellas Artes y fue señalado porque su empresa que tiene en la ciudad de México fue la que – obviamente con sus respectivos prestanombres – cambió todo el sistema de aire acondicionado del Teatro de La Paz. Asimismo, los potosinos lo señalan como el hombre que hizo negocio con los festivales que la Secretaría de Cultura organizó con una empresa, que también posee en el DF, para contratar a los artistas.

Vázquez Díaz es ingeniero químico de profesión. Como secretario de Cultura de San Luis percibía un sueldo de 120 mil pesos mensuales. Durante su gestión (2003-2009) se abrieron varios recintos, pero también propuso el cierre del Museo Manuel José Othón. A pesar de que allí sólo trabajan siete empleados, lo quiso desintegrar alegando el ahorro de presupuesto. Como el museo está descuidado en su museografía, tiene en promedio mil visitantes por mes. El funcionario decía que atender a cada visitante le cuesta al gobierno entre 300 y 400 pesos, “lo cual no es rentable porque en taquilla no se recupera nada”.

En 2006 también se “abrió” la Cineteca Alameda en el antiguo Teatro-Cine Alameda de San Luis Potosí, a pesar de no contar con los recursos ni la infraestructura requeridos para difundir, conservar e investigar la actividad cinematográfica de la región. En tres años, la Secretaría de Cultura no designó recursos ni personal para la operación del lugar. Sólo nombró a su directora y el resto de los trabajadores pertenece a otras oficinas de gobierno. Al no tener presupuesto, rentan el cine para diversos eventos. La renta más alta es de 28 mil pesos y la más baja de diez mil. Los ingresos también se completan con las entradas de taquilla, venta de funciones escolarizadas y ciclos especiales de cine.

Otro caso es el Museo Nacional de la Máscara: durante 25 años este espacio exhibió un acervo importante de máscaras de distintas culturas del país y, en menor medida, del mundo, así como una colección de trajes típicos de la República Mexicana. El museo fue cerrado para su restauración integral. Ahora ya está abierto, pero su acervo de 1,400 máscaras y más de cien rajes típicos están en la bodega; sólo se exhiben “piezas de arte” inexistentes en San Luis Potosí y, en lugar de los trajes típicos, se decidió recrear la vida de la aristocracia potosina porque “esta escenografía es más acorde con las características arquitectónicas del inmueble”.

Otro punto es el Museo Laberinto de la Ciencias y las Artes, cuyo costo fue de 420 millones de pesos. El proyecto original fue ideado por un grupo de científicos potosinos, pero el gobernador saliente Marcelo de los Santos lo hizo suyo para entregárselo a MarinelaServidje con el fin de que diseñara una museografía similar a la del Papalote Museo del Niño, guardando las respectivas proporciones. Para no romper con la comunidad científica, Vázquez Díaz contrató al doctor en física Raúl Cid, quien estaría a cargo de toda la obra. Así lo hizo. Pero la noche previa a la inauguración fue despedido.

El trasfondo fue que, durante el desarrollo del proyecto, Cid se opuso a varias propuestas que Marinela Servidje hacía, pues la señora facturaba sus proyectos al doble de lo establecido en el mercado. Por ejemplo, si montar una exposición tenía un costo de 60 mil dólares, Servidje la facturaba en 120 mil. Esa fue la tónica de su dispendiosa museografía. Cuando Cid se dio cuenta, logró frenar sólo algunas. Servidje se quejó con Vázquez Díaz y la cabeza del científico rodó.

En la administración de Vázquez Díaz también se abrió el Museo de Arte Contemporáneo en lo que era el edificio de Correos. Sin embargo el recinto se inauguró sin contar con un acervo propio. La Secretaría de Cultura de San Luis Potosí consiguió que el Museo Rufino Tamayo le prestara una de sus colecciones permanentes que desde hace 20 años exhibe en el DF.

También fue inaugurado el Museo del Ferrocarril en la antigua estación de tren. Pero este recinto tampoco tenía acervo, por l que el gobierno destinó 6 millones de pesos para su equipamiento. Recurrieron al Centro Nacional para la Conservación del Patrimonio Ferroviario, en Puebla, para recibir objetos diversos. El acervo también se está formando con las donaciones de ex trabajadores. A este museo la Secretaría de Cultura le destinó un presupuesto anual de 2.5 millones de pesos, pero son insuficientes en comparación con las necesidades del lugar, que en total abarca 12 mil 500 metros cuadrados.

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