lunes, 28 de mayo de 2012

Lux Boreal una década de búsqueda y crecimiento



Por: Omar Millán/Enlace

TIJUANA — Era una danza extraña pero estética, los bailarines pasaban de la euforia a la melancolía, de la alegría a la insatisfacción, y al final uno a uno se descalzaba y se retiraba del escenario. Memoria de que hoy en día –en un mundo superficial, conflictivo y bello– nada puede bailarse de forma tradicional.

La coreografía de Claudia Lavista, titulada Paisaje casi visible, forma parte de la compilación de obras que la compañía de danza tijuanense Lux Boreal será presentada este 31 de mayo en el teatro del Centro Cultural Tijuana (Cecut) para festejar su primera década de vida.

Una tarde reciente, poco después de terminar el ensayo de Paisaje casi visible en el salón 104 de la Casa de la Cultura, los bailarines que integran el colectivo hablaron de cómo pasaron de convertirse en un proyecto experimental a una compañía con proyección nacional e internacional.

En 2002, cuando surgió Lux Boreal, parecía que la mesa estaba servida. El Cecut celebraba la quinta edición del festival internacional de danza Cuerpos en Tránsito, una plataforma para la proyección de grupos locales y de contacto con otros artistas; y había una docena de compañías de danza en la ciudad.

Sin embargo, ya sea por falta de apoyo o porque su proceso creativo había finalizado, varios colectivos comenzaron a cerrar hasta llegar a estar activos actualmente solo tres compañías.

“Cuando llegamos a Tijuana había un movimiento muy fuerte de danza, pero había un público muy estrecho y los grupos locales no salían mucho a otras partes”, dijo Henry Torres, quien junto a Ángel Arámbula dirigen Lux Boreal.

La compañía de intérpretes y creadores la integran también las hermanas Briseida y Azalia López, Victoria Reyes, Raúl Navarro, Octavio Dagnino y Sergio Vázquez. Además de Patricia Pacheco, coordinadora técnica, y Eunice Contreras, coordinadora de medios.

“Nuestra idea era hacer una compañía donde pudiéramos crear un núcleo y donde todos pudiéramos vivir de esta profesión. Queríamos mostrar lo que estaba pasando aquí”, dijo Briseida.

Salvo Arámbula, quien es nativo de Tijuana, el resto de los bailarines y coreógrafos venían de otras partes del país, casi recién graduados de sus carreras, y habían decidido instalarse en esta frontera.

“Éramos como hermanos, formamos una comunidad los primeros cinco que comenzamos este proyecto. Vivimos en la misma casa –que nos prestaban los papás de Ángel– por un año y medio y compartíamos todos los gastos y los quehaceres”, dijo Briseida.

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