martes, 31 de julio de 2012

Inocuidad a la tecnología o al ambiguo esbozo del movimiento: Erre que Erre en el FIDCLL





Por: Roberto A. Valenciano Capín

En primera instancia, casi se llega al final de una travesía danzaria dentro de su diversidad propuesta ante lo disparejo que ha sido si hablamos propiamente de haber disfrutado en esta edición de propuestas de suma creación, irreverentes o arriesgadas, al quedar demarcado  por esa línea un tanto tenue entre el  des-fortunio entre lo que es lo profesional, así como el intento de pretenderlo serlo y lo netamente amateur, claro con un énfasis en sus propios acentos, como lo sería en este caso,  lo enteramente formativo y sin hacer desdén de referirnos a la danza en su acercamiento fatuo y en su más pura excepción.

Todo viene ante un festival que se puede sustentar que va en caída libre, a pesar de los talleres impartidos, la inexpugnable inserción de grupos locales, la cordialidad de la danza misma y de sus cómplices.  

Pero aun así, queda la pregunta ¿hasta donde sus organizadores   han podido  descifrar no solamente el como provocar o más bien, como invitar-involucrar- a ser parte de este gran abánico de discursos dancísticos, si no se tiene contemplado un planteamiento sustanciado en saber que es y como se concibe la llamada danza contemporánea y todos sus ismos, sus posibilidades?.

Dándose por si mismas, una serie de preguntas planteadas en su momento por el compañero Juan José Campos con su espacio de Lumen Flujo Cultural en torno a estas preguntas:¿Cómo responder a la inmediatez de lo que se conoce? ¿A los lugares comunes cuando la probable inmediatez, la aparente urgencia por estructurar un espectáculo, deja la exploración fuera de los tiempos que la configuración de una obra requiere?. 

Será entonces posible converger en el poder de ser más incluyentes  que excluyentes y de esta manera contraponerse de facto a esa idea prepoderante de posesionarse con ámpulas y egolotría al invitar a  grupos-propuestas dancísticas- no solamente de corte nacional e internacional que no cumplen con las expectativas no solo de un público conocedor y exigente de danza, como se les tiene catalogado a los potosinos, sino de todos aquellos que convergen y disfrutan de esta llamada fiesta de la danza.

Será entonces, como parte de un discurso contagiado de cierta fatuidad de los organizadores de este festival dancístico, al desprenderse  uno de sus planteamientos como es el buscar llegar a más público cautivo, el cual parece inherente en si mismo, pero más bien pareciera más viable elaborar un proyecto para crear la sustentabilidad y credibilidad de sus organizadores ante una sociedad y  comunidad artística, el cual generará por si mismo un diálogo enriquecedor y para bien de este alicaído festival.

Así como también se buscaría el ser nuevamente testigos y cierta complicidad de  aquellos-grupos, público, estudiantes de danza, espacios como casa de asistencia, hoteles- y ese inigualable ambiente que le da sustancialidad a quienes han sido parte de esta fiesta danzaria y no quede solamente en su entendido que en la suma  más que acrecentar porcentajes y números cumplidores, disminuye en cuanto a cómo son percibido como promotores.

No con este último planteamiento, permea la nostalgia, sino más bien es restituir con apego a dignidad e igualdad tanto en fondo y forma en cuanto a recobrar la esencia de lo planteado por la Mtra. Lila López en esta llamada fiesta de la danza y no una somera visión-acercamiento velado-por parte  de sus actuales organizadores.

Ante esta reflexión, vamos al hecho dancístico que es lo más importante. En esta noche, toma el escenario la compañía española de Erre que Erre con el espectáculo multidisciplinario “Avatar” , interpretada por la también coreógrafa María Ángeles Angulo.

A pesar de la premisa de que dicha coreografía consiste en la investigación e interacción de un cuerpo en movimiento sobre un espacio virtual e interactivo,  para lograr la creación de un avatar que representa al bailarín en escena y es él mismo quien debe enfrentarlo con todas sus variantes propuestas.

En primera instancia, a algunos les causó el romper parcialmente con las referencias discursivas y técnicas de lo que hasta el momento se tiene una idea de la danza con tintes convencionales, a otros, la incertidumbre y  a otros dejarse ir por el simple y válido  albedrío de me gusta o no. En contraparte, para otros será simplemente  transportarlos bajo el  hechizo de este diálogo entre dos discursos que convergen, como es la multimedia y la danza.

Somos testigos de cómo se ha llegado a trivalizar el concepto mismo que le da vida a esta obra y a la vez ser ralentizada bajo un tiempo real propuesto por la multimedia y no el movimiento mismo propuesto por la intérprete.


De ahí que lo que se dialoga-mos es solo como una penumbra, una sombra al quedar detentada en una serie de situaciones planteadas a través de la conversación entre la corporalidad sobre una serie de imágenes virtuales en base a cinco momentos esenciales: La llegada, vértigo, reconocimiento del espacio, investigación y hallazgos y por último adaptación al medio.

El personaje, una mujer que  emplea un vestido negro para el desarrollo de su trabajo coreográfico, quien demuestra la búsqueda de sí misma sobre su sombra que se proyecta constantemente.

Todo bajo una secuencia de una posible de-construcción de movimientos muy orgánicos, fluídos en momentos para volverse más bien lentos, entre aquellos movimientos muy cotidianos  y con cierta coherencia que permiten  esos momentos de sentirse, hablarse y comprenderse a pesar  de estar demarcado dentro de una reiteración sin esperanzas a partir de las pautas planteadas a través de sus desplazamientos en el escenario bajo la partida de la multimedia.

Por lo que todo parece indicar que su sentido se debate en la in- coherencia, pero gracias al soporte de un gran diseño sonoro y gracias a la gentileza de la tecnología y el contemplar estos planteamientos desde esta cómoda posición del post modernismo.

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