jueves, 17 de octubre de 2013

Pilar Medina. Las lecciones de la danza

La reconocida bailarina habla de su nuevo espectáculo con funciones para 10 personas, “¿para qué quieres más si no están atentos?”, dice, y lamenta además los recortes presupuestales al sector cultural, porque parece que “en México no hay lugar para los artistas”.
 
 • Bailarina y coreógrafa, Pilar Medina ha creado un espectáculo llamado Bá-si-co  que presenta ante un pequeño grupo de espectadores en su taller de la Ciudad de México. Sobre esta experiencia, su carrera y algunos otros temas relacionados con la política cultural, trata la siguiente conversación con ella.

¿QUÉ PIENSAS DE QUE EL GOBIERNO DE ENRIQUE PEÑA NIETO PROPONGA RECORTAR EL PRESUPUESTO CULTURAL EN CUATRO MIL MILLONES DE PESOS?
México es un país de personas sensibles, aptas para comprender internamente los procesos creativos; tenemos ahí un gen de nación. No me explico por qué entonces los artistas nacionales que nos preparamos y estudiamos no tenemos un lugar en el mundo. Pero pasan y pasan sexenios y no hay un entendimiento de que este “gen sensible” es una de las cartas más fuertes que tiene México; con lo cual se podría obtener, además de prestigio y admiración, una significativa generación de recursos.

PARECE QUE LAS BUROCRACIAS SE LO COMEN TODO Y QUEDA POCO PARA LOS MONTAJES DE OBRAS Y SU DIFUSIÓN, PARA LOS ARTISTAS Y SU TRABAJO.
Es mucho más importante el mundo de la creación que quien lo organiza. Debe haber personas que organizan al artista, porque el artista, en mi caso, tiene que dedicarse al entrenamiento, a hacer fuerza, músculo, a comer balanceado, a crear. Quien te organiza debe tener un respeto absoluto al artista. En todos lados encuentras personas sensibles que tienen esa capacidad de transformar. Qué vamos hacer con tantos jóvenes que entran a estudiar artes y salen de las escuelas para ser meseros, a vender ropa, sin oportunidad.

NO HAY OPORTUNIDADES DE TRABAJO PARA ELLOS, ESO ES LO QUE ESTÁ PASANDO.
Debería ser al revés, sentir con todo el orgullo del mundo que en México estamos elaborando una gran escuela de artistas. Pero se está perdiendo el control de calidad, porque entre otras cosas no hay espacios para que se presenten, experimenten y enfrenten al público.

¿POR ESO DISEÑAS, DIRIGES E INTERPRETAS ESTA NUEVA OBRA COREOGRÁFICA BÁ-SI-CO EN TU TALLER, DONDE SÓLO CABEN 10 ESPECTADORES?
No voy a esperar a que me den una temporada de teatro. Y esta experiencia coincidió con que necesitaba hablar de mis básicos y hacerlo en un espacio alternativo. Mi estudio de danza pudo abarcar esta coreografía. Si tú localizas qué tipo de espectador puede asistir y haces el ritual del espacio, hay un control de calidad, porque ahora todo tiende a ser cantidad. Para qué quieres un teatro lleno si los niños van estar corriendo y los señores dormidos y la gente usando sus celulares; yo ya no entiendo eso.

¿DESPUÉS DE TODOS ESTOS AÑOS, QUÉ ES LO BÁSICO PARA TI?
Contactar con ese algo que está dentro de mí, todos los días, a veces varias veces al día. Que el entrenamiento me lleve a ese espacio interno. Cuando estoy en esa dimensión, llamémosla sensación, me siento bien, para mí eso es básico. A estas alturas del partido me es básico cuidar mi alimentación con fruta, pescados y cereales; básicos también son mis tiempos de silencio, de descanso.

¿PASAS MUCHO TIEMPO EN SILENCIO?
Como todo creador, en el caso de la danza trato de que mis cuidados me lleven a un estado mayor de atención. Porque muchas veces al meterme a crear, no tomo agua, ni como, y no duermo, me da igual. Ahora, cuando salgo de gira, lo primero que hago es buscar mi alimentación, no es un asidero es una realidad. Sé que así voy a poder contactarme con ese interior, y aguantar el tiempo que sea en un estado de atención. Otro básico es la escritura o bitácora de mi proceso creativo en curso.

ME DICES QUE PARA UNA OBRA NUEVA BUSCAS INTERPRETACIONES DISTINTAS DE UN TEMA. AHORA, EN BÁ-SI-CO, FUE “EL CLARO DE LUNA” DE BEETHOVEN.
Sí, son infinitas las interpretaciones artísticas, escuché todas las posibles para dejar dentro de la pista sonora aquella que fuera como la piel de ese momento. Darle movimiento a esa parte del día que es la noche en la que por pequeños golpes de luz uno va reconociendo imágenes, sonidos o sensaciones oníricas. Esta pieza musical me llevó a Bá-si-co.

ERES BAILARINA, COREÓGRAFA, INVESTIGAS, DAS CLASES, ERES TU PROPIO TODO, TE METES EN LA ILUMINACIÓN, DISEÑO DE ROPA, MUSICALIZACIÓN. ¿ERES OMNIPOTENTE FRENTE A LOS DEMÁS?
Frente a los demás sí. Pero bueno, qué es el teatro, pues es la luz, el vestuario… Lo veo como una parte del aprendizaje de esta totalidad. Con los artistas escénicos que colaboran en mis obras me resulta positivo ser sensible a sus especialidades. Finalmente ellos son los que enriquecen mis coreografías.

PERO TÚ ERES ESA TOTALIDAD.
Pues sí. Es por la educación que recibí. El colegio Oxford nos hizo entender la disciplina como una repetición de las cosas. Aprender bien, hacer bien. El estudio del piano me dio una mente matemática, abstracta pero muy aterrizada. En casa nunca hubo diferenciación de clases sociales. Aprendí el respeto a mis técnicos, porque sin ellos no funcionaria el escenario. Manejo su lenguaje: cómo se pone un cable, un reflector, cómo se hace una pista sonora. El director tiene que saber pedir. Pido a los demás disciplina y puntualidad porque las tengo. En el grupo en el que me muevo tenemos la misma forma de trabajo y compromiso, porque se nos va la vida en esto.

¿QUIÉNES HAN SIDO TUS MAESTROS?
Mi maestra Martha Forte me ha dado lo más importante: técnica dancística para sostenerme en todos los ciclos de la vida. También me enseño a coser, a dibujar, diseñar vestuarios, pensar los colores en el escenario. Aprendí mucho de iluminación, sin que él lo supiera, del maestro Michel Descombey, iba a todas sus funciones. Del maestro Antonio Gades aprendí a tener estructura para a romperla; de Pilar Rioja, a dar la vida en el escenario; de la maestra Gladiola Orozco, habitar los movimientos, tener algo que decir. Con Oscar Tarriba, de Culiacán, entré a clases particulares a los 15 años. De lo que hablábamos era de literatura, teatro. Interrumpía la clase para preguntar si ya había ido a ver tal obra de teatro. Él quiso que entendiera que el ser artista no es nada más ubicarte en una calidad de movimientos, sino ver todo alrededor. A él no le interesó Pilar la intérprete, le intereso Pilar la creadora. Esa fue la universidad que yo recibí. Soy una persona especial, porque hoy sé que no es tanto vestir el cuerpo de Pilar, si no vestir la obra. Por ejemplo, le pido a Joaquín López, Chas, “necesito esta calidad de música”, y él en su oído interior me va diciendo, “no vas bien, si quieres que haya arpa aquí…”. Es fantástico trabajar con personas así, yo no lo haría con otro tipo de gente. Mis limitaciones son evidentes y cuando haces todo puedes tener frustraciones, entonces he buscado a quienes enriquezcan ese inicio mío. De unos años para acá he tenido la suerte de trabajar con Víctor Zapatero, Chas, Luis Miguel Costero...

¿QUÉ LE HA ENSEÑADO LA DANZA A TU CUERPO, A TU VIVIR?
Todo. El equilibrio y el desequilibrio, flexibilidad y resistencia, voluntad y cansancio, amor a los países y a sus públicos, articular mis ciclos, a luchar por la visibilidad de mis impulsos, a pertenecerle a mi organismo, a dar clases a los jóvenes, a escuchar a las colegas investigadoras, a vivir con más profundidad, a divertirme mientras bailo, a hartarme de la burocracia, a afinar mis sentidos, a escribir, a respetar a los niños, a bailar con la ruptura del tiempo reloj. La danza le ha enseñado a mi cuerpo a hablar, a callar, a caer, a ilusionar, a imaginar, a dirigir y a mirar.

Información para asistir a Bá-si-co: angelica.luna@prodigy.net.mx o al 04455 2095 9203

Nota: Verónica Ortiz Lawrenz

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