Por: Sonia Ávila
                                                                                  
Unos meses después de que Louis Daguerre presentó en París su daguerrotipo, el grabador francés Jean Louis Prelier llegó a la Ciudad de México y en la plaza mayor montó una de estas cajas negras de madera con placas de metal para ofrecer una demostración al público del proceso casi mágico de “aparecer” una imagen.

Era 26 de enero de 1840, cuando Prelier hizo la primera toma de la Catedral Metropolitana con intenciones de comercializar la cámara parisina, y así la fachada del recinto quedó “perfectamente copiada” sobre una placa metálica. Crónicas periodísticas recuperadas en el libro Sobre la superficie bruñida de un espejo, de Rosa Casanova y Olivier Debroise, relatan que el francés repitió el ejercicio con el mercado El Parián, el Calendario Azteca, la escultura de Carlos IV El Caballito, entre otros.
 
 
“Fueron las primeras imágenes que se hicieron en la Ciudad de México hace 175 años con lo que se introduce la fotografía a México, ahora están en la colección George Eastman House de Rochester (Nueva York)”, precisa el fotógrafo Arturo Talavera, quien a manera de homenaje al nacimiento de la imagen en el país replicará estos daguerrotipos con la misma técnica y material.
 
 
Luego de estudiar desde diciembre pasado el recorrido de la luz natural que alumbra la Catedral por las mañanas, Talavera montó ayer su caja negra en la explanada del Zócalo para hacer la misma toma que Prelier. Fueron tres placas de prueba; dos de ellas las reveló ahí mismo con papel filtro, y la tercera la someterá al proceso tradicional con vapores de mercurio.
 
 
El proyecto, detalla en entrevista, es replicar los siete primeros daguerrotipos hechos por el grabador francés para así rescatar el inicio de la historia de la fotografía mexicana: “Estuvieron perdidas mucho tiempo y quien las detectó fue el investigador Fernando Osorio, quien las encontró en el acervo de Rochester y él reconoció que eran de México, porque primero las tenía Gabriel Cromer en Francia, y de ahí lograron rescatarlas antes de que empezara la Segunda Guerra Mundial, porque en el acervo no sabían que era México”.
 
 
Los relatos de prensa detallan que Prelier llegó al Puerto de Veracruz donde tomó la fortaleza de San Juan de Ulúa, y viajó a la Ciudad de México para vender en 80 pesos cada una de las dos cámaras de Giroux que traía desde París. Entonces se dedicó a hacer fotos en la calle como mera demostración del invento; pero ante el poco entusiasmo de la gente, decidió subastar las cajas.
 
 
Es posible que los hijos de Prelier se llevaran a Francia los originales, pero documentos históricos también consideran que Fanny Calderón de la Barca (1804-1882), esposa del primer enviado español a México independiente, adquirió las imágenes como recuerdo de sus viajes por el país, y por ello se desconocía su ubicación hasta que Fernando Osorio las encontró a finales de los 90.
“En México se hizo mucho daguerrotipo como negocio, porque servían bien para retratos y paisajes, como todo en la foto que empezó como negocio; en la calle Madero había como tres estudios de daguerrotipo, pero era para clases de élite, para los ricos que podían pagar los altos precios por lo caro del material”, cuenta quien produce sus propias planchas.
Talavera detalla que la “magia” de la técnica radica en la placa de cobre cubierta por una capa de plata, y luego otra de mercurio; en algunos casos incluso se les daba un baño de cloruro de oro para sensibilizar lo más posible el metal y así calcar la escena al recibir la luz natural. Antes de cubrir el metal, debe pulirse hasta conseguir un reflejo como espejo, por lo que preparar una placa puede tardar hasta un año.
 
El revelado con vapor de mercurio hacía peligroso el proceso al que se le atribuyeron males: “Decían que se les caía el cabello, o que se volvían locos pero era que la gente inhalaba el mercurio que es dañino, luego se fueron perfeccionando las técnicas y materiales. Yo usaré la misma técnica con la precaución para lograr una casi perfecta”, detalla al precisar que el daguerrotipo se usó sólo 25 años antes de la entrada del colodión húmedo.
 
 

 
Para el fotógrafo, el daguerrotipo ofrece una de las imágenes más puras de la fotografía al ser literal un holograma, y en ese sentido señala que la estética de estas primeras imágenes es muy definida y bella, a pesar de su antigüedad.
“Ahora los artistas están retomando la técnica pero con una visión estética, artística, porque tanto el daguerrotipo como el colodión ofrecen estéticas poco experimentadas, pues su duración en el mercado fue muy corto, porque siempre la tecnología avanzó muy rápido y la gente no lo estudió”.
Debroise describe en el libro que la daguerrotipia obliga a ver de otra manera al ofrecer detalles que escapan al ojo en una vista tradicional. “La imagen fotográfica resulta distinta, incomparable, porque copia las cosas con tal escrupulosidad de detalles que supera a tal ponderación”, argumenta el historiador.
 
 En el transcurso del año, Talavera preparará sus propias placas para hacer las siete tomas con la cámara oscura, y, eventualmente, exponerlas.