martes, 27 de octubre de 2015

INTELIGENCIA CORPORAL

 
 
Por: Nerina  Zanoni
 
 
"Cualquier emoción que elijas con tu pensamiento, tomará cartas de residencia en tu cuerpo" Wayne Dyer
 
 
 
El cuerpo del bailarín es vehículo de intensas y variadas emociones. Cada una de ellas -y su naturaleza- reside en sus movimientos, encarnan actitud escénica y comunican sentires, pensares y formas de hacer en el mundo.
 
 
No obstante, algunas veces -sobre todo en etapas de investigación inicial- el bailarín desconoce ciertas zonas corporales que también necesitan ser exploradas. Zonas ocultas que nos hablan desde diversos síntomas corporales. Buscan salir a la luz para ser transitadas como zonas vírgenes que ameritan su propia capacidad estética.
 
 
Muchas de esas zonas se han convertido también en el reservorio de nuestra historia; viven allí; estímulos, memorias, momentos: algunos elaborados y re-significados y otros sepultados, olvidados o simplemente negados por su intensidad.
 
 
Quienes trabajan desde la Biodescodificación enuncian que las dolencias físicas devienen de desórdenes emocionales cuyo origen podría encontrarse en situaciones dolorosas vividas en el pasado. Las mismas se imprimen en nuestro inconsciente y se actualizan con escenas presentes, aún pareciendo no tener conexión alguna, pero alterando nuestra percepción y sensibilidad corporal.
 
 
Entre otras tendencias que parten de esta puesta emocional en el cuerpo, surge también la propuesta del coaching corporal. La misma se presenta como una excelente opción que le permite al consultante indagar sobre la naturaleza de sus emociones y su implicancia corporal. Tomar contacto con esas posibles causas, es la posibilidad sanadora y liberadora.
 
 
Intención que postulaba con mucha claridad, Isadora Duncan, comprometida con la búsqueda sincera de la danza y su propuesta.
 
 
 “Si pudiéramos penetrar en nosotros mismos y extraer los pensamientos como el buzo extrae las perlas... ¡Preciosas perlas de las ostras cerradas del silencio, en las profundidades de nuestra subconsciencia!” Isadora Duncan
 
 
 El silencio en el cuerpo, el no-movimiento, es un estado de introspección que nos permite acceder a estados de mayor conexión con nosotros mismos. Nos permite conectar con todas nuestras zonas corporales y su “darse cuenta” particular. Proceso que requiere de tiempo, disponibilidad y el sostén vincular necesario para que esto ocurra. La guía y orientación de Maestros o especialistas que trabajen desde una mirada integral sobre el cuerpo y su movimiento, son indispensables.
 
 
Hay momentos del cuerpo que están conectados con el hacer técnico, con la ejecución y con la búsqueda motriz. Allí la plasticidad de la mente y la ideokinesis son potentes aliados. Esos espacios abren interrogantes, preguntas corporales que algunas veces encuentran respuestas y otras veces generan nuevas preguntas. Allí la inteligencia corporal propone, sin dudas, estar disponibles a esas nuevas preguntas; no limitarnos corporalmente con la obtención de respuestas y movimientos apresurados sino poder sostener emocional e internamente el estado de incertidumbre. ¿Somos capaces de sostener un pegunta sin sentir la inmediata necesidad de responderla? ¿Somos capaces de alojar movimientos corporales sin necesidad de ejecutarlos apresuradamente? ¿Somos capaces de sostener el vacío y el no-movimiento?.
 
 
Retomando la idea de una inteligencia corporal, posible y disponible, podemos pensar en la misma como aquella oportunidad para tomar decisiones que impliquen un reconocimiento emocional equilibrado y plasmado en el movimiento que se imprime en el mundo externo, el mundo sobre el que bailamos. Sea cual sea el escenario que nos aloje.
 
 
La inteligencia corporal se reconoce en una aguda capacidad para comunicar y utilizar el cuerpo, expresando con claridad los sentimientos, ideas y relatos. Desarrollando particularmente habilidades tales como la coordinación, velocidad, destreza, equilibrio y flexibilidad. Que no sólo redundan en beneficios para quienes trabajan con  el cuerpo sino que generan prevención y estimulación cerebral, mejorando notablemente la calidad y expectativa de vida.
 
 
Por último, la inteligencia corporal y la posibilidad de escuchar este co-relato, es una gran oportunidad de prevención en cuanto a lesiones y dolencias físicas. Estas escenas temidas por todos los que se dedican a trabajar desde el cuerpo, encuentran un espacio de potente prevención, ya que habilitan la escucha concreta del propio cuerpo y sus zonas, atendiendo sus “alertas” antes de que se transformen en dolencias físicas explícitas y algunas veces crónicas.
 
 
Cuando digo “me doy cuenta”, hay algo corporal que se mueve dentro de mí, algo ocurre no sólo en la mente sino en todo el cuerpo. En ese “Darse Cuenta” se produce la integración de lo emocional, lo afectivo, lo corporal, con lo mental, lo cognitivo. (F.Perls)
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