lunes, 21 de diciembre de 2015

La summa sombra del Roble. Oc-Ohtic -segunda entrega-

 
 
Fotos: Cortesía de Karla Rodríguez Torres /Festival Oc-Ohtic 
 
 
Por: Roberto A. Valenciano Capín
 
In sempre memoriam de Eduardo López Lemus. 

Mérida, Yucatán. Bajo el buen resguardo de este roble yucateco que sin más extiende sus ramas para dar la bienvenida a dos propuestas dancísticas que se caracterizan no solo por esta generosidad, sino también por esta forma tan particular de tratar esta contemporaneidad que vivimos.
 
 
Nos referimos a lo propuesto desde tierras regias con -los Unos y Los Otros-bajo la batuta de Mizraim Araujo, este novel proyecto dancístico de Danza Virtual, bajo la dirección de Patricia Marín, así como también del proyecto del Bunker Mérida en esta XXI Edición del Festival Nacional e Internacional de Danza Contemporánea Oc- Ohtic -lo bailamos, lo danzamos-.
 
  
Vértices que se espejean, desde esta mirada, desde estas realidades antagónicas que les permitió convertir estas afrentas como es el miedo y esta dolosa ausencia para volverse en un  detonador y en esta alegoría, así como ser contrapesado por esta sensibilización y percepción del y con el espectador.
 
 
 

Los puntos de encuentro son: El CERESO Mérida, el Teatro Armando Manzanero y su lobby.



En primera instancia. Mizraim Araujo. Cimiento fuerte y generoso que sostiene desde hace treinta años la danza contemporánea regiomontana. Egresado de la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey, integra con otros bailarines y maestros, la segunda y más importante generación de coreógrafos norestenses.
 


Aun cuando comenta que se considera satisfecho y agradecido por esta empatía de las chingaderas de danza que hace, logra desmarcarse de todas estas inercias creativas  para transitar libremente desde su propia urbanidad, al  desplegar y dialogar desde este constructo contemporáneo en conjunción con este saber  de la danza urbana; de esta manera, provocar esta explosión de energía en cualquier espacio, como sucedió en la cancha del auditorio de la Penitenciaria del estado y en  el Teatro Armando Manzanero, al no solo provocar incomodar al espectador, sino en momentos hasta violentarlos ante este despliegue de movimientos  firmemente silenciosos y dolorosos, pero a la vez fuertes y sostenidos bajo esta insigne flor blanca, sino también buscar  generar este conversatorio que incide en conmover, sorprender  mediante este juego escénico que por instantes deja de ser su sentido lúdico.

Propuestas trazadas a través de los trabajos coreográficos - Y mentimos... no era soledad era Miedo-, - Cardumen- y - los demonios de Carmela- de la autoría de Mizraim Araujo.

   
Desde el planteamiento- Cardumen-  ¿Hasta dónde converger en la individualidad?, en donde la armonía logra prevalecer hasta que es sacudida por estos cotos de poder a través de la cual se despliega la incidencia de volver a ser parte de... Despliegue de esta energía, ritmo y humor a través de este juego de cuerpos con sus extensiones de baquetas. 
 
 
Y cerrar con este desdoblamiento  de todos estos demonios de Carmela contenidos a partir de la urbanidad, un despliegue explosivo de lo acrobático, el parkur, el break, eso si, siempre resguardado por lo contemporáneo.


Co-creadores escénicos: Miriam Arévalo, Edith Gordiano, Eliel Hernández, Alejandro Valdes, Daniel Moreno, Pablo Ramírez, Rodrigo Ramírez, Alejandro Cantú y Jerry Osio. 

 
En contraparte, la ausencia, la muerte y el duelo se hacen presente bajo este peculiar tratamiento dancístico, a partir de esta ruta articulada en una bien lograda poética y sutileza de esta joven coreógrafa Patricia Marín.
 
 
 
Quien tiene el gran acierto de no solo relativizar esta condición de la ausencia debido no solo a su propia naturaleza, sino también imprimirle sin artificios este sentido de cuestionar e ironizar esta tradición de saberes ante una poética del cuerpo,  donde se verifica el recuperar esta relación existencial ser-conciencia-cuerpo.
 
 
Un - Puño de tierra en memoria- se entreteje entre cuanto a esta reincidencia al  no desapego  tanto emocional, vivencial como corporal con el ya ido, a partir de ahí, despliega con tal tacto esta infinidad de mini sucesos que inciden en la construcción de estas imágenes contenidas, estos silencios conflictuados y contundente en esta implosión, siempre bajo la sutileza de una poética que logra tender puentes hacia esta posibilidad de arrestos de la ausencia.
 
  
 

En contraparte, bajo el pretexto de evocar y despedir al fallecido, en este caso al compadre, bajo este duelo pactado de amigos-compadres-, una cantina es el espacio en donde se debaten la importancia de la vida, al despedirlo bajo estas asonancia hechas canciones, por cierto, cantadas en vivo por un excelente músico y cantante-Rodrigo Marin- se suceden una serie de situaciones sumamente lúdicas en  la coreografía- Todos tenemos algo de  Marín-. 

Co-creadores escénicos: Ignacio Pereda, Cristian Ramírez, Leonardo Bertrán,  Karla E. Rosales y Rogelio Marín.

 

Una  atmósfera ríspida y convergente ante este hálito de humanidad indiscutiblemente arraigada en esta exposición de movimiento, teatralidad y corporalidad en este aquí y ahora desgarrado que nos toca vivir.  En donde aun así Marín brinda, generosamente este duelo a través de su danzar.

 
En otra orden de ideas, en primera instancia, originalmente se iba a suscitar este recorrido escénico propuesto por Bunker Mérida en la Cineteca Manuel Barbachano Ponce, para sin más ser trasladado al Lobby del Museo Armando Manzanero.


-Sens- bajo la dirección de Paola González  Rencoret. Un recorrido escénico en donde se busca estimular la percepción  del espectador, a partir de la pausa de cada  uno de nuestros sentidos, la vista, a partir de la cual  transita el espectador por  estas atmosferas  llenas de aromas, sabores, sonidos e texturas, despertando memorias y agudizando la intuición  y abriendo las puertas a esta sensibilización.



Así como también el artista visual y bailarín,  Inti  Santamaría, creador de la imagen de esta edición del Oc- Ohtic, compartió con los meridanos sus experiencia al ilustrar, así como también autografiar programas generales.
 

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