sábado, 15 de octubre de 2016

Planeta Danza: Los pasos opacos de un ballet




Gloria Contreras (1934-2015), coreógrafa, bailarina y académica mexicana.


Por: Rosario  Manzanos


¿Por qué la UNAM alberga el Seminario del Taller Coreográfico A.C., que dispone de sus instalaciones y que desde 1980 no ha dado cuentas claras de su organización y de sus ganancias? La respuesta no es sencilla y deviene en una serie de aristas sobre la muy exitosa presencia de Gloria Contreras en la UNAM.



A finales de agosto, durante la conferencia de prensa para presentar al nuevo director artístico del Taller Coreográfico (T.C) y a su regisseur, pregunté sobre la razón de legitimar talleres de baby ballet y belly baby dance y sobre el destino de los ingresos de las inscripciones de los cerca de mil doscientos aficionados inscritos en el conocido coloquialmente como “el Seminario”.



La respuesta de Teresa Uriarte, coordinadora de Difusión Cultural, fue que el funcionamiento de dicha asociación civil dentro de la UNAM correspondía a una zona “oscura”, correspondía a “usos y costumbres”, porque “se trataba de una excepción”. Es decir, circunstancias derivadas del poder que Gloria Contreras tuvo a lo largo de su vida artística y que fue concedido de forma abierta por algunos exrectores. Gloria fue intocable.


Al envejecer Contreras y enfermarse paulatinamente cada vez más, el Seminario quedó en manos de sus asistentes, quienes empezaron a tomar decisiones sobre los talleres a impartirse, la selección de maestros, etcétera.



Como lo señaló Luis Mario Moncada a través de un informe durante su gestión entre 1997 y 1998 al frente de la Dirección de Teatro y Danza de la UNAM, en el Taller Coreográfico y su Seminario había problemas graves. En el amplio documento entregado al reportero Juan Carlos Talavera, de Excélsior, el dramaturgo y director señaló múltiples anomalías:



“Existe una incongruencia mayor en la tolerancia que la Universidad ha tenido respecto al Seminario del Taller Coreográfico A.C. Esta asociación civil, que depende directamente del Taller, presenta como primera irregularidad el registro de su dirección, ya que ésta es la de la misma Universidad. Cabe hacer notar que el Seminario es una auténtica escuela particular incrustada en las instalaciones de la UNAM.



“Por otro lado, ni en sus programas ni en la contratación de maestros intervienen los cuerpos colegiados que rigen la vida de la Universidad, lo que arroja como resultado una escuela auspiciada por la Universidad que, sin embargo, no se ajusta a ninguna supervisión académica, ni administrativa”.


LA LEY


En 1990, cuando yo presidía el Departamento de Danza de la UNAM, había al menos una agrupación adscrita que era una A.C. y otras más que utilizaban las siglas universitarias también. De la primera había antecedentes legales de convenios con la UNAM; de las demás no encontré nada más que oficios de colaboración y uso de los espacios.



Entonces reporté la situación a Alejandro Aura, quien presidía la Dirección de Teatro y Danza, y se tomó la decisión de consultar con la Oficina del Abogado General de la UNAM la pertinencia del uso de las siglas universitarias por diversas agrupaciones dancísticas.



En una copia en mi poder, el licenciado Manuel Barquín Álvarez, abogado general de la UNAM, estableció el 25 de junio de 1990:


“Actualmente se encuentra en su etapa final el trámite de registro de la denominación UNAM, a favor de nuestra Máxima Casa de Estudios, ante la Dirección General de Desarrollo Tecnológico, dependiente de la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial, entre otras clases, las relativas a publicidad, difusión de conocimiento y cultura, y servicios prestados para el desarrollo del entretenimiento, deportes, diversión o recreo de los individuos, por lo que de conformidad con lo dispuesto en la Ley de Invenciones y Marcas y su reglamento, nadie podrá utilizar dichas siglas, en lo que se relacione con los servicios arriba mencionados, sin la autorización o licenciamiento de marcas respectivo.



“En efecto, una vez que se obtenga el registro definitivo de la misma a favor de nuestra Casa de Estudios, se requerirá de una licencia no exclusiva e intransferible para el uso de la misma y, en consecuencia, se podría actuar conforme a derecho si alguien la utiliza y no cuenta con la autorización respectiva.



“En la actualidad, respecto al uso del nombre de la UNAM, conforme a una interpretación analógica del artículo 3º. del Reglamento del Escudo y Lema de la Universidad Nacional Autónoma de México, las siglas UNAM así como la referencia universitaria que busque una vinculación con esta Casa de Estudios, sólo pueden ser utilizadas por los miembros de la comunidad universitaria, de acuerdo con los fines que a la Institución señala en su Ley Orgánica.



“Ahora bien, de conformidad con el artículo 7º del Estatuto General, la Universidad está integrada por sus autoridades, investigadores, técnicos, profesores, alumnos, empleados y los graduados en ella, por lo que sólo tales personas podrán ser consideradas como miembros de la comunidad universitaria.



“Cabe señalar que dentro de este orden de ideas, los integrantes de los grupos de danza tendrían que ser integrantes de la Universidad para poder hacer uso de su nombre. Al respecto se debe de tener presente que las personas inscritas en los centros de extensión, no tienen el mismo carácter que los alumnos de la Universidad y sus derechos y obligaciones son exclusivamente los establecidos por el Reglamento General de estos centros y de cada uno de ellos.



“Al respecto, y como acción inmediata, la Dirección General de Asuntos Jurídicos puede dirigirse a los grupos que agregan a su nombre las expresiones “de la Universidad Nacional Autónoma de México” , o bien “de la UNAM”, conminándolos a que dejen de hacerlo. Conforme a la Legislación Universitaria, los apoyos que otorga la Universidad a las actividades de difusión cultural, deberán ajustarse a los planes y programas que al efecto establezca la Institución, así como los criterios definidos por la coordinación respectiva.”



Así, se dieron los primeros pasos para tratar de acotar y regular a los grupos dancísticos. Al mismo tiempo, Aura buscaba encontrar una solución para crear un marco legal y administrativo para el cabal funcionamiento del Taller y su Seminario, que no se había establecido como asociación civil ni tenía convenios legales con la UNAM.


SALÓN “JOSÉ LIMÓN”



Gloria Contreras encontró en los años setenta una bodega de medicinas cercana al Centro Médico de Ciudad Universitaria, le colocó un finísimo piso de encino y creó el salón que nombró “José Limón” para los ensayos del TC.



Al tiempo logró que el Taller ocupase el salón de ensayos de la sala Miguel Covarrubias. Le puso un candado, no le dio copia a nadie y lo bautizó “Nelsy Dambré”. Después se le construyeron más instalaciones ahí mismo.



El Seminario ocupó desde entonces —1980— todos los espacios con clases de contrología —suerte de pilates—y ballet, luego se abrieron todo tipo de clases. Hoy se imparten también baile popular, baby ballet y belly baby dance. Son alrededor de 20 talleres al semestre. La asociación civil se creó en 1990 y se desconoce si existen convenios específicos para su funcionamiento.



A partir de que se hicieran públicas las anomalías del Seminario, Angélica Kleen, directora de Danza UNAM, permitió que continuasen las clases, pero impidió que los ingresos fueran a dar a la cuenta bancaria del Seminario y ahora ingresan a la UNAM.



No obstante, hasta el momento, ni Kleen ni ningún otro funcionario han establecido un diálogo con maestros, trabajadores, alumnos y padres de las menores inscritas. Hace unos días hubo una asamblea a las afueras de la sala Miguel Covarrubias con todos ellos. Los bailarines del TC fueron convocados a participar e incluso marchar hacía Rectoría para entregar una carta en la que se pediría según volantes y el sitio de Facebook “En defensa del legado de Gloria Contreras” la “solución inmediata a la situación laboral de los maestros del Seminario y los bailarines del Taller”.

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