martes, 16 de mayo de 2017

México en la Bienal de Venecia; el agudo eco de la turba



                                     Foto: Notimex


Por: Edgar Alejandro Hernández



Perdidos entre el público que ayer llenó el Pabellón de México en la 57 Exposición Internacional de Arte de la Bienal de Venecia, cinco músicos tocaron pequeñas ocarinas negras cuyos silbidos por momentos se perdían entre el murmullo de la gente. Cuando el sonido se volvía constante y alcanzaba tonos extremadamente agudos, la mayoría de los visitantes finalmente se daba cuenta de que el ruido que producían no era un hecho aislado, sino que se conectaba directamente con el cortometraje animadoLa aldea maldita que se reproducía al  fondo de la sala, el cual narra el linchamiento de una familia de migrantes.



La vida en los pliegues, de Carlos Amorales (Ciudad de México, 1970), abrió sus puertas en el Arsenal de la ciudad de Venecia, sede de la más antigua e influyente muestra de arte contemporáneo a escala global. El performance que acompañó a la inauguración fue crucial para que se vieran, como una sola pieza, la película, las partituras y los poemas visuales que el artista hizo con un alfabeto cifrado.



El sonido, que aun cuando interpreta partituras nunca generó una melodía reconocible, fue el acento para que la muestra concentrara la atención en la película que, en un inicio, pasaba a segundo plano ante toda la información visual que Amorales desplegó en la sala a través de partituras montadas en los muros y poemas visuales que generó con las mismas ocarinas de cerámica que interpretaban los músicos del ensamble Liminar.



Como lo señala el propio artista, “la muestra parte de un lenguaje cifrado para abordar temas que de otra forma serían silenciados”. Es así que, partiendo de figuras abstractas que luego usó para la animación de su película, plantea el tema de la migración y los linchamientos como metáforas de la crisis global que al creador mexicano le interesa debatir desde una muestra que está concebida como representación nacional de México, dentro del encuentro más global de arte que existe a escala internacional.



Más que proponer una representación nacional alegórica sobre cualquier noción preconcebida de lo mexicano, Amorales desarrolló un proyecto a partir de un complejo juego de encriptación del lenguaje, para llamar la atención sobre cómo en la actualidad la justicia es una facultad que ya no sólo compete al Estado, sino que en diferentes niveles la gente la ha tomado por su propia mano, llegando a casos extremos como los linchamientos que, según la investigación que hizo Amorales, existen por lo menos 125 casos registrados en México del año 2000 a la fecha.



Vale destacar que si bien la exposición tiene como referentes una problemática muy clara en relación a México, en Venecia la obra de Amorales también se ve a partir de un debate que cuestiona directamente al público europeo, fundamentalmente por la crisis migratoria que ha padecido en los últimos meses y por los discursos ultranacionalistas que de nueva cuenta surgen entre los políticos.



En medio de la saturación visual que significa una muestra como la Bienal de Venecia, el artista montó en el Pabellón de México una pulcra y austera exposición con obras en blanco y negro (de último momento decidió no incluir la pintura de su serie Esplendor geométrico), que además obligó a construir muros falsos para cubrir las paredes del Arsenal y convertirlo en un cubo blanco, bajo una iluminación que mezclaba luz natural con algunos apoyos de luz blanca.



Quedaron como testigos del antiguo arsenal de armas, sede de la bienal, las columnas que flanquean toda la sala y enmarcan las mesas donde instaló los poemas visuales.



Si bien la muestra parte de un problema político y social concreto, a nivel formal la exposición se puede ver como una continuación natural de una larga investigación que Amorales ha desarrollado a partir de que decidió encriptar el alfabeto. Las mismas formas que utiliza para hacer palabras, las usa para construir las marionetas que utilizacomo personajes de su cortometraje, para moldear las ocarinas que aparecen como instrumento y para crear sus partituras. Instalación, poema, teatro de marionetas, película, arte sonoro, lenguaje y periódicos. Todo suma a un doble juego de transformaciones en el que Amorales conecta la escritura con la música y las formas abstractas con la figuración.



Como el propio artista explicó, su obra “siempre se enmarca dentro del lenguaje del arte” (Excélsior 05/05/2017), por lo que aun cuando el discurso parte de información real que puede ser documentada, el debate que abre siempre se mantiene dentro de la producción artística. Es por ello que no incluye documentos ni imágenes que fueron encontradas en su investigación a partir de revisar algunos periódicos de circulación nacional.



El único documento que desarrolla de forma directa el tema de los linchamientos en México, pero resulta ilegible al estar impreso con el lenguaje cifrado, es un periódico que se regala a la entrada del Pabellón de México y que reproduce los texto de investigación y análisis escritos por Elisa Godínez, Antonio Álvarez Prieto, Natalia Mendoza Rockwell y Alejandra Leal Martínez.



Durante la inauguración, Lidia Camacho, directora general del INBA, destacó que La vida en los pliegues rápidamente atrajo el interés dentro de la bienal, gracias a que aborda problemas de actualidad y de interés general, como lo son el tema de la migración y la intolerancia.

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