lunes, 16 de octubre de 2017

“Elefante. Ópera en espacio mínimo”




La opereta, pieza operística de dimensiones o pretensiones modestas, generalmente de carácter frívolo o burlesco, es la protagonista de la obra “Elefante. Ópera en espacio mínimo”, que esta tarde inició temporada en la Sala CCB del Centro Cultural del Bosque, en esta ciudad.


Bajo la dirección de Sofía Sánz y Jorge Reza, la obra de Mauricio Jiménez Quinto y Luis Felipe Losada (Libreto y música), cuenta de manera chusca, las historias de seis ancianos, quienes pelean por contar lo que ellos consideran como: “la mejor historia”.



Para ello, cada uno de estos seis viejos “cascarrabias” recurren al género de la opereta, desde donde, de una manera inverosímil, disparatada y, por momentos, graciosa, despiertan las carcajadas de los asistentes.


En escena, los cantantes ataviados tipo monje shaolín aparecen deleitando con piezas del mundo del bel canto, acompañados de música en vivo, para contar cada uno las historias del Asilo de Anciano Feliz.


Dicho lugar es testigo de la imaginación y los vagos recuerdos de juventud de estos personajes de la tercera edad, cuyo único propósito en la vida es la búsqueda de la verdad y de un elefante de la verosimilitud.


Entre ocurrencias, disparates y una que otra mofa, los cantantes, que juegan el rol de ancianos, atrapan a los presentes no sólo por sus historias como Jacinta, Gran tecuatli y “Los niños muertos”, sino por sus espectaculares voces.


“Que todos los niños escuchen historias si están solos, de todos los lugares; lo cierto es que se cuentan porque tienen algo que enseñar, como esta historia que van a escuchar”, dicen los cantantes al momento de aparecer en escena.


Para esta obra, los seis cantantes realizan su “show”, obre un pequeño tapete de color gris, de un metro de ancho, por un metro y medio de largo, desde donde realizan pequeñas coreografías, movimientos de piernas, brazos, cargadas y canto.


Ellos trasladan a espectador por un bosque, un panteón o una montaña, utilizando sus cuerpos como escenografía; es el caso de la historia Gran tecuatli, en la que se cuenta la historia de un guerrero que deseaba ser general y en donde uno de los actores recurre a los dedos de sus manos para simular un personaje, que a su salta montañas, esta última, caracterizada por la espalda de otro actor.


O bien se transforman en lápidas en un panteón, empleando sus cuerpos, al fijar una posición vertical y levantando sus brazos y cruzando sus manos de izquierda a derecha.


Así, con tan sólo la imaginación y sus vagos recuerdos de juventud, los personajes compiten entre ellos: cantan historias después de discutir acerca de quién tiene la última palabra. “Elefante. Ópera en espacio mínimo”, estará en cartelera hasta el próximo 26 de noviembre.

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